El vaciamiento silencioso de quienes nos cuidan

Lo venimos diciendo hace meses: hay un doble mensaje por parte del Gobierno Nacional.
Por un lado, Patricia Bullrich construye discurso desde la firmeza. Por el otro, Luis Petri repite conceptos de recuperación institucional. Pero en la práctica, tanto las Fuerzas Federales de Seguridad como las Fuerzas Armadas están siendo vaciadas. Y lo que es más grave: en silencio.
Según datos oficiales presentados por el propio Jefe de Gabinete, más de 18.000 militares han pedido la baja desde diciembre. Oficiales, suboficiales y soldados que abandonan su carrera desmotivados por sueldos bajos, condiciones precarias y una obra social quebrada que ni siquiera garantiza tratamientos esenciales, como medicamentos oncológicos.
Esta situación no es un problema administrativo. Es una crisis de seguridad nacional.
Un país que pierde a miles de efectivos capacitados queda más expuesto, más frágil y más indefenso frente a cualquier desafío, interno o externo.
Y mientras tanto, las familias de los militares y policías viven el mismo abandono que sufren millones de argentinos: jubilados con haberes que no alcanzan, docentes sin paritaria, trabajadores con derechos recortados.
¿De qué sirve hablar de orden si quienes deben garantizarlo no tienen cobertura médica digna ni respaldo institucional real?
Cuidar a quienes nos cuidan no es un lema. Es una decisión política.
Implica reconocer su rol, respetarlos con hechos, y garantizar condiciones de vida, formación y trabajo que estén a la altura de la responsabilidad que asumen cada día.
Pero no es lo que está haciendo este gobierno.
Por el contrario, el modelo que propone Milei es cada vez más claro: centralizar el discurso, descentralizar el costo.
Los ministros bajan línea, pero son los municipios quienes enfrentamos el día a día, muchas veces sin recursos ni herramientas.
Por eso insisto: los gobiernos locales necesitamos autonomía real.
Con participación en las mesas de seguridad. Con coparticipación de recursos. Con respaldo legal para actuar.
No podemos seguir siendo los únicos que patrullan, que instalan cámaras, que capacitan personal, que contienen a las víctimas y a las familias… mientras otros hacen campaña con frases de ocasión.
La seguridad no puede seguir siendo show.
La seguridad debe ser una política de Estado.
Y eso implica, entre otras cosas, dejar de castigar a las Fuerzas Armadas y de Seguridad, y empezar a reconocer su tarea como parte de un proyecto serio, federal y comprometido con la vida de los argentinos.