Votemos con responsabilidad: neofascismo negacionista o democracia.
Raul Hutin. Secretario de la Central de Entidades Empresarias Nacionales (CEEN).
A poco de cumplir los 40 años ininterrumpidos de gobiernos democráticos parecería que entramos en un cono de sombra que nos quita la visión. Profundamente preocupados, enojados, molestos, fastidiados, angustiados y sobrepasados por la incertidumbre, los argentinos y argentinas estamos poniendo toda nuestra bronca, nuestros fracasos personales, en la política y en los políticos. Estos son los chivos emisarios de nuestras calamidades y en realidad es el espejo de nosotros mismos. ¿De dónde salen los políticos? ¿Los importamos acaso? O son simplemente la punta del iceberg de una sociedad que no llega asumir su condición ciudadana.
Ahora se terminó el tiempo de las palabras. En pocos días más enfrentaremos la primera fase electoral. Tendremos que decidir los destinos de la Patria por los próximos cuatro años, sin atenuantes, sin vuelta atrás, teniendo claro que al día siguiente de la elección hay un día después. Elegiremos a nuestros representantes a la Cámara de Diputados de la Nación y también a la de Senadores, pero lo más importante, se definirá quienes son los dos candidatos que disputaran el balotaje.
Con seguridad cada candidato representara un modelo de país diferente para los tiempos del porvenir y ahí se juega nuestra responsabilidad, pero también nuestro derecho en definir el destino de todos y cada uno de los habitantes de la Patria.
No por reiterado deja de ser importante marcar la diferencia entre los dos modelos en pugna. Hablamos de un modelo con inclusión social, con trabajo y producción como mascarón de proa, con recuperación del salario real, con educación gratuita en todos los niveles y en cualquier lugar de nuestro extenso territorio, con capacidad para producir la energía necesaria y poder exportar el excedente, con defensa de la soberanía representada por la irrenunciable recuperación de nuestras Islas Malvinas, así como la ocupación de la Antártida Argentina, sin olvidar aquellos emblemáticos hitos como ser: el rio Paraná o el Canal Magdalena, la batalla que se debe librar en el FMI para que comprendan que la deuda más importante que tenemos los argentinos es con nuestra gente y con el desarrollo, con impulsar el federalismo y las economías regionales, industrializarlas para agregar valor a su producción. Un modelo que priorice la salud pública y recupere la movilidad social ascendente en un marco de seguridad y solidaridad conjunta.
El otro modelo, en cambio, nos está proponiendo: que la inseguridad sea atacada armando a la sociedad, o sea permitiendo la libre portación de armas. La privatización de la educación en todos los niveles y solo para la educación primaria brindar bauchers para con ellos pagar el colegio. La privatización de la salud para que solo tengan acceso aquellos individuos que cuenten con los medios económicos necesarios y, si no, puede vender algún órgano en un mercado libre de oferta y demanda. Eliminar una cantidad indecorosa de Ministerios, entre ellos el de la Mujer o el de Ciencia y Tecnología, ya que achicar el Estado es agrandar el País. La frutilla del postre se llama “dolarización”. Consiste en abandonar nuestra moneda nacional que es un “excremento “para utilizar solo dólares. Vaya a saberse a qué valor se podrá hacer la convertibilidad, nada sencillo y además inconstitucional. Hablar del negacionismo a esta altura de la vida, discutir si fueron 30.000 o 8743 es de una perversidad asombrosa. Es como si nos pusiésemos a plantear que en el holocausto no mataron los Nazis a 6 millones sino que fueron 4.320.200.
En definitiva, esta es la presentación de los dos modelos, este último abrazado por dos de los candidatos, que, si bien intenta aparecer, el caso de la Señora, más de centro derecha, su historia la condena como una neoliberal macrista intratable.
Presentados que fueron los tres candidatos que apuntan a llegar a la Presidencia de la Nación ya que los otros dos carecen de esta posibilidad, solo me queda, pedir, rogar, suplicar, que cada uno de mis lectores piense muy bien el voto que emite. Lo hago en defensa propia, en la de mis hijos, en la de mis nietos, pero también en defensa de las familias de todos los que componemos esta sociedad, en defensa de todos los trabajadores, en defensa de la industria, de las cooperativas, de las economías regionales, de la necesidad imperiosa de derrotar a la inflación y de terminar con el 40% de pobres que hoy nos duelen a todos en el alma.
Votemos con la convicción que es posible cambiar la tendencia del país, no nos demos por vencidos, saldremos adelante como lo hicimos en tantas otras oportunidades, todos juntos, unidos, podremos hacerlo.